"Toc-toc!"

Adelante

miércoles, 7 de julio de 2010

Querido diario ♥

He empezado una història que, como muchas otras, no voy a terminar. Ojalá no fuera así, pero cuando se trata de escribir algo con un principio y un final, nunca lo consigo. Sin embargo, no pierdo la esperanza de acabar, algun dia, una historia de la que me sienta orgullosa, así que, de momento, me dedico a ésta:



ESCOCIA, 1734.

Se me hizo muy tarde. Contemplé preocupada aquél atardecer que en poco tiempo había oscurecido el cielo, cómo el sol se escondía entre las verdes montañas del valle y las aves empezaban a descender hacia sus nidos. Yo también debería estar en casa, mi padre me tenía dicho que esos bosques no son lugar para una jovencita a horas tardías; la oscuridad no aguardaba nada bueno en esos términos de espesura, tan solo peligro. Recogí el cesto del suelo y me lo colgué en el brazo mientras intentaba desenredar mi falda de unas zarzas. Había rellenado un cuenco entero de resina, raspando los árboles con un puñal y extrayendo el líquido espeso del tronco. Estaba agotada. Me sequé el sudor de la frente y empecé a caminar. Mi padre seguramente estaría enfadado.

Empecé a descender la montaña cogiéndome la falda para no tropezar, vigilando bien donde ponía los pies y las manos. A menudo tenía que agarrarme a algún árbol porque la tierra bajo mis pies era inestable y resbalaba peligrosamente pendiente abajo, arrastrando algunas piedras consigo. Más de una vez, sin embargo, no hubo árbol al que agarrarme y me dejé caer de culo antes de partirme la cabeza. Aquella vez me había ido demasiado lejos, no acostumbraba a subir en sitios tan peligrosos. Al cabo de unos diez minutos, divisé por fin el camino que llevaba hasta el valle, rodeado de pinos altivos y bestias salvajes. A partir de esa hora podía encontrarme lobos, animales cuya presencia era más peligrosa que la de cualquier hombre, y osos, rara vez también podía aparecer algún jabalí. Me apresuré hacia el camino ansiosa por llegar a casa; Aunque sabía lo que me esperaba, al menos podría tomarme una cena caliente e irme a dormir sintiéndome fuera de peligro. Al pensar en la cena, mi estómago retumbó con una molesta queja de resentimiento, no había comido nada al mediodía y empezaba a sentir el hueco del hambre en mi barriga. Qué fastidio. Me abracé cuando noté el frío en mi piel, un ligero viento se estaba levantando y, aunque no podía decir que era helado, sí enfriaba lo suficiente como para hacer uso de un chal, y mi chal, lo había perdido esa misma tarde en el lago donde había parado a descansar, montaña arriba. Mi madre solía reñirme de pequeña por descuidada, muchas veces metía la pata sin querer y la culpa era siempre de un mero descuido. Cómo la vez en que, sumamente divertido, el gato Will desgarró una costura de mi madre. La culpa fue mía por dejarla cerca de donde dormía el animal. Aquel día me fui a la cama con un dolor muy agudo en el trasero. Sin embargo, me acuerdo de peores ocasiones; como cuando olvidé cerrar el establo y perdimos una de las dos yeguas que teníamos. Eso le costó una fortuna a mi padre, ya que con una sola yegua los caballos no podían criar al ritmo que deseábamos, y tuvo que comprarse otra. En esa ocasión, me arreó tan fuerte que llegué a perder los estribos. “¡Maldito bestia! ¡Te odio! ¡Disfrutas pegándome, pedazo burro!”. Me gané una prolongación extra de la paliza. Sin embargo, al cabo de unos días, cuando la nueva yegua se acomodó en nuestro establo, acompañé a mi padre a verla y entonces le dije cogiéndole de la mano:


- Papá... deberías estarme agradecido. Gracias a mí ahora tenemos una yegua mucho más joven y bonita ¿verdad? Ahora debería pegarte yo a ti.


Mi padre siempre lo cuenta divertido, recordándolo con una sonrisa sincera en el rostro, y siempre acaba dirigiéndose a mí con cariño. “Un día de estos nos vas a pegar un susto que tu madre se morirá del infarto, pequeña...
Como estaba ensimismada, tardé un poco en oír el claro galope de unos caballos acercándose por el camino. El pánico retumbó en mis oídos cuando vislumbré una nube de polvo que ascendía rápidamente, muy cerca de donde estaba. Con el corazón palpitante, corrí a un lado, fuera del camino, y me adentré en los árboles, esperando que los jinetes pasaran rápido y sin fijarse, o, por otro lado, que la oscuridad fuera suficiente para esconderme de sus ojos. Cabía la posibilidad de penetrar más en la espesura, pero con el riesgo de no volver a encontrar el camino y quedarme expuesta a los peligros de animales salvajes. No, decidí, me quedaría detrás de un árbol sin alejarme del sendero, debía tener una suerte muy pésima para ser descubierta.
Los caballos pasaron mientras yo contenía la respiración. Eran diez jinetes, todos vestidos con el mismo uniforme rojo y dotados de armas. Por el ritmo lento en que cabalgaban, supuse que llevaban todo el día viajando y que debían de buscar una posada en algún lugar. Me tensé cuando uno de ellos habló.


- Eh, Jhon –pronunció con una voz gutural y cansada. Otro jinete le respondió con un "mmmm...?", supuse que acompañado de un movimiento de cabeza. - ¿Está muy lejos o qué? ¡Quiero cenar, joder!


- Como sigas quejándote Willie te cojo de las orejas y te las clavo en un pino, y ahí te quedas chaval. –oí las risas de otros jinetes.


El último que había hablado, el tal Jhon, parecía ser el que mandaba, y lo confirmé a continuación cuando el pobre Willie volvió a protestar.


- Pero Jake, Jhony y Ron van a llegar muy tarde a dónde sea que estemos. Y con el ganado aún van más lentos. Deberíamos haber parado en la anterior posada.


Dejé de oír de repente los debilitados talones de los caballos sobre el suelo arenoso y me estreché más al árbol mientras el corazón me latía estrepitosamente. Oí bajar a uno de los jinetes y, acto seguido, escuché el rítmico sonido de sus botas al andar pausadamente. Tuve miedo de desvelar mi paradero con los fuertes latidos que se escapaban de mi pecho.


- Willie –dijo el tal Jhon con una voz que pretendía ser dulce y amable- Baja del caballo y despídete de tus orejas. –durante unos segundos habitó un silencio tenso, tan solo interrumpido por el chirrido de algún ave rapaz. Jhon volvió a hablar, esta vez gritando.- ¡Te he dicho que bajes del maldito caballo y te despidas de tus orejas! ¡Ya!


Otro sonido de botas llegó a mis oídos. Escondida detrás del árbol, sudando y rezando por no ser descubierta, me sorprendí compadeciendo al pobre Willie, cuya voz me llegó débil y temblorosa.


- Pero... señor McLeod...


Tras un sonido metálico, parecí no ser la única a quien se le heló la sangre. Cerré los ojos y reprimí con esfuerzo las ganas de echar a correr.
Silencio.
De pronto los jinetes estallaron en risas muy elevadas de tono, algún que otro optó por aplaudir e incluso algunos caballos rechinaron con escándalo.


- Willie está blanco, ¡mirad!


- ¡Ha sido solo un rasguño, vamos!


Cuando las voces se acallaron, sentí con gran alivio dos hombres subirse al caballo. Bien, se marcharían. Antes de partir, sin embargo, Jhon acabó de humillar al pobre escocés con sorna y galantería.


- Mi querido Willie, siento haberte lastimado. Debo advertirte, sin embargo, de que la próxima vez no seré tan benevolente, te cortaré la oreja de cuajo como vuelvas a abrir la boca en lo que queda de camino. Si digo que te calles, te callas, porque oír me oyes, ¿verdad? –hubo un breve silencio en el que supuse que Willie asintió con la cabeza- Bien, entonces intenta conservar ese regalo de Dios o yo mismo te lo quitaré.


Supe que la escena se había acabado cuando oí de nuevo los caballos repicar contra el suelo, cada vez más lejos.
Pasé unos segundos en mi escondite antes de atreverme a asomar la cabeza. Los jinetes se habían ido, tan solo quedaban las marcas de herraduras en el suelo que pronto el viento taparía de tierra arenosa. Me alejé del árbol y retomé el camino hasta casa.


4 comentarios:

  1. Genial, muy Genial la Historia, me encanto la Narrativa, algo canada la vista de ver todo pegado, pero me gusto lo que has escrito es fabuloso, espero algun otro capitulo.

    Yo tambien escribo uno en mi blog, el cual lleva ya varios capitulos y lectores esa a sido la unica razon por la cual eh continaudo escribiendola.

    Sigue asi Reyna, seguire gustozo visitandote =)

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  2. Escribís muy bien!. Yo también sueño con escribir una buena historia, de hecho quisiera escribir una saga o cuentos como los que Tolkien ha hecho, soy ultra fan del señor de los anillos. Seguí así, mucha suerte y te deseo grandes inspiraciones ;D
    Gracias por tu buena onda en mi blog, y disfruta con tu novio si tuviste suerte de encontrar uno bueno, yo estoy esperando uno que valga la pena de verdad.
    Besos!
    http://xxmakemeill.blogspot.com

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  3. Buena historia Satine, me evocó imágenes de historias medievales, a aquellos en donde el escritor hace gala de su estilo de describir paisajes y momentos con las palabras exactas, igual lo haz hecho tu, muy bonito relato, por un momento pensé que era experiencia personal :D

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